Estos hechos sobre las universidades no me encajan
En los tiempos de las redes digitales, en los que el Internet nos puede aportar toda la información del mundo, ¿por qué siguen existiendo las universidades tal y como las conocemos? Y ahora se me echarán encima aquellos que velan por la educación tradicional y la importancia del conocimiento. Pero, ojo, no estoy hablando del saber, me refiero a las universidades como instituciones que supuestamente lo promueven.
Cuál es el problema actual de las universidades
Vayamos por partes y entenderéis a qué me refiero. O eso espero. Para comprender a lo que se enfrentan los estudiantes una vez que ingresan en la universidad hay que desglosar varios aspectos. Es necesario realizar una valoración crítica de por qué estas instituciones son prescindibles en muchos casos.
Pocas se libran
Desde pequeños nos han acostumbrado a ser un número. Somos la nota que sacamos, el certificado que obtenemos y las horas que le dedicamos al estudio. Nos enseñan que lo importante es el aprobado, no el aprendizaje.
Después de realizar un gran esfuerzo para llegar a la universidad, superando grados superiores o clases de bachillerato, con su posterior prueba de selectividad, los alumnos se topan con un sistema anticuado. Un sistema en el que a veces el que menos sabe es el que mejores notas obtiene o el que más lejos podría llegar se queda por el camino porque “no vale para eso”. Pero, ¿quién determina quién vale y quién no?
En las universidades no se dan cuenta, o no quieren hacerlo, que son mucho más que su capacidad de memorizar un manual desfasado. Un manual que no abrirá las puertas necesarias para alcanzar la sabiduría.
Hacen a sus estudiantes aprenderse la información al dedillo para luego vomitarla en el examen y no volver a utilizarla nunca. No se enseña a ser ambicioso, a querer aprender porque es su vocación, algo a lo que vaya a dedicar toda la vida porque sea su pasión. Y luego nos quejamos de que los trabajadores están amargados en sus puestos laborales.
Solo hay que echar un vistazo a los pasillos de las universidades para darse cuenta de que muchos profesores podían haber salido de la tumba de Tutankamón. Personas que tienen un contrato vitalicio con la institución y hagan lo que hagan lo mantendrán. Aunque eso implique enseñar a sus alumnos contenidos que les serán inútiles, a través de la desmotivación. No digo que esos profesionales no tengan una larga trayectoria y, por ende, experiencia. Pero de ahí a que nieguen que la sociedad cambia cada día, hay un trecho.
Aguarda, que hay más
Otro de los grandes problemas al que las universidades no pueden -o no quieren- prestar atención: el conocimiento práctico. Además de proporcionar una teoría no acorde a los avances de la sociedad, parece que no son conscientes de lo necesaria que es la experiencia. Tan básico como saber aplicar aquello que se ha aprendido.
Párate a pensarlo. Vas a un médico que no haya sacado sangre en todos sus años de carrera, ¿te fiarías de él cuando llegases a su consulta? O un periodista que no sepa investigar acerca de una persona a la que vaya a entrevistar. Este tipo de tareas solo se mejoran ejerciéndolas. Pero, ¿cómo hacerlo? La mayoría de las universidades te ofrecen un periodo tan limitado de prácticas que cuando te estés adaptando, llegará el último día y si te he visto no me acuerdo.
Y los errores no acaban aquí
Un hecho que últimamente está en tendencia es crear carreras y asignaturas universitarias que resultan ser iguales que las ya existentes. ¿Es que nadie se da cuenta de que para lo único que sirve es para malgastar los recursos? Que si Trabajo Social, que si Educación Social, que si Pedagogía… Luego que si Resistencia de Materiales, que si Fundamentos de los Materiales, que si Comportamiento de los Materiales Metálicos.
Todas estas variantes de lo mismo, en las que uno ni se especializa ni obtiene conocimientos sólidos, suponen una enorme inversión en medios tanto económicos como humanos. ¿No es más lógico proporcionar aquellos conocimientos que el alumno no podría aprender de otra forma?
Y si eso implica menos años de universidad, ¿por qué no hacerlo? El resultado sería más productividad para la institución y más conocimientos para los graduados.
En resumen de toda esta parrafada. Las universidades de hoy en día son sinónimo de prestigio familiar, ya ni siquiera empresarial. Si no has ido a una universidad parece que no eres nadie. Sin embargo, después esos documentos se convierten en papel mojado. Tras echar un currículum tras otro, te das cuenta de que no te sirve para encontrar el trabajo para el que te has formado. Porque, señores, la era del titulitis se está acabando.
Se dan cuenta, pero no hacen nada
Ya en 2014 a nuestros queridos políticos parece que por fin se les encendió la lucecita sobre lo que está pasando en España. Compararon el nivel de los graduados universitarios de nuestro país con los titulados japoneses de secundaria. Y vieron que era más o menos el mismo. Ojo, con los de secundaria. Es decir, el nivel universitario de España es el mismo que el de los institutos de Japón. Vergonzoso.
Esto ocurrió en una presentación del décimo informe anual de la Fundación Conocimiento y Desarrollo hace cuatro años. En esta, se reunieron nuestro exministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, y el actual secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Ángel Gurría.
Ya por aquel entonces, este último afirmó, textualmente, que “la calidad de la formación universitaria dista todavía mucho de alcanzar la de otros países y que los titulados sepan enfrentarse a los problemas y retos de la vida real”. ¿Retos de la vida real? Nada de eso te enseñan en la universidad.
Así, a pesar de que han pasado ya cuatro años, ¿tú ves que haya cambiado algo? No, amigo, seguimos siendo esos que memorizamos datos que nos serán totalmente inútiles.
Ellos, los grandes políticos de nuestro país, dicen que saben que adecuar las competencias universitarias al mercado laboral significa que el conocimiento adquirido sea bien aplicado y, además, pertinente. Pero, parece que ninguno de ellos tiene las herramientas para ponerlo en práctica.
Eso es que han estudiado en una universidad. Seguro.
Para qué tanto título
Tras pasar 4 años de tu vida -en el mejor de los casos- en los que sufrirás estrés, agobio y unas ganas locas de quemar los apuntes, no obtendrás información práctica que te sirva para desenvolverte en el día a día de tu profesión.
Porque las universidades actuales no son muy diferentes de las escuelas-fábricas del siglo XVIII. Se centran en adoctrinar a los jóvenes, no se les educa ni tampoco se les enseña a pensar o a relacionar conceptos. O algo tan básico como es ser espabilado para no perder una oportunidad. Para los más despistados, según la Real Academia Española, adoctrinar es “inculcar a alguien determinadas ideas o creencias“. Encaja, ¿verdad?
Muchos de los conocimientos que te pueden proporcionar las universidades los podrás encontrar fácilmente en Internet, en libros o en la inmensa cantidad de cursos que hay disponibles. Y estoy seguro de que estos estarán mucho más actualizados que ese libro tan prestigioso que te ha podido mandar un catedrático de la universidad, datado en el año 2001.
¿Quién tiene la solución?
No es fácil encontrar solución a este problema. Para empezar, ¿quiénes son los principales culpables de este sistema? ¿O acaso lo somos todos? El primer paso para comenzar a implantar medidas es ser consciente de la existencia de esta brecha.
Es necesario un lugar en el que los conocimientos no se midan por tu situación económica sino por la capacidad intelectual. Un sistema en el que el aprendizaje sea fruto del deseo de saber más, no de tener más apartados para añadir en el currículum. Aquel en el que los trabajadores sepan valorarse ya que son ellos los que mantienen la empresa. Sin dejarse pisotear por el propietario que no les paga ni el salario mínimo interprofesional por una jornada completa.
Lo que hace falta para labrarse un futuro es aptitud, conocimiento, talento y ganas. No cabe duda de que la educación es imprescindible, pero el título es opcional.
Comparte este post para que todo aquel que quiera estudiar en una universidad, valore todo lo que eso suponga y si le compensa el esfuerzo que realizará.
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